viernes, 13 de noviembre de 2015

Estoy a la orilla de un río, lanzando piedras lo más lejos posible, aunque hasta ahora he sido incapaz de lograr que alguna llegue al otro lado. Llevo casi un par de horas intentándolo, hoy tengo tiempo de sobra así que me he permitido hacerlo. Me causa mucha curiosidad cómo funcionan algunas cosas y lo mucho que se parecen a lo que hago en este momento. Porque, mira, supongamos que el río es la historia que escribimos. Una tan bonita que terminó desbordándose de nuestros esquemas. Ahora nos arrastra irremediablemente. Me hace pensar que algún error cometimos en el camino, de otra forma no me explicaría por qué pasa lo que pasa cuando guardo silencio sabiendo que nada de lo que diga podrá arreglar las cosas. Porque igual terminaremos dejándonos llevar por una corriente que al principio creíamos la mejor de las aventuras. Y ahora me encuentro haciendo esfuerzos inútiles por detenerla. Por parar esta masacre de sentimientos. ¿Acaso tú no te sientes parte de este homicidio? Porque es triste, míranos. En otras circunstancias lo mejor hubiera sido darnos cuenta de en qué momento dimos un paso en falso para remediarlo a tiempo. Incluso pensábamos que cruzando un río tan fuerte íbamos a poder salir ilesos, lejos de esta amenaza líquida que nos ahoga. Si llegábamos al otro lado podíamos darnos por satisfechos. La realidad y el mundo son una corriente demasiado fuerte: y nos arrastran, nos llevan incluso en contra de nuestra voluntad porque, después de todo, no le importamos. Y hoy sólo podemos arrojar piedras, que son todos los sueños que ya no nos sirven, alterando en una mínima parte el avance. No hemos podido rescatarnos, mucho menos llegar al otro lado, y creo que no vamos a poder; ya hemos matado demasiadas ganas en el intento y, si te das cuenta, tampoco nos está quedando tiempo. Los sueños, lo mismo que este río, me parecen el invento de alguien a quien la vida no le ha dado demasiadas oportunidades.
— Cl. Heber Snc

No hay comentarios.:

Publicar un comentario